martes, 20 de diciembre de 2011

Senza movimento, l'invecchiamento

Ayer llegó la pareja de suizos. Le han dicho que son padre e hija, pero Iginia sabe que en realidad son amantes. Ella es guapísima, tan alta como una modelo y con un rostro angelical por el que se le podrían echar quince años, aunque quizás tenga cuarenta. Él es, sin lugar a dudas, mucho mayor. Iginia tuvo que levantarse a las 7 de la mañana para prepararles la habitación que previamente habían dejado los chicos venezolanos a las 4 de la madrugada. Pobres, piensa, qué madrugón se pegaron para coger el avión, y lo cargados que iban con los regalos para la familia... Esta mañana, en el desayuno, la chica suiza le ha pedido yogurt natural, y no tenía. Iginia apunta mentalmente comprarlo cuando vaya al supermercado por la tarde. Es fin de semana y todas las habitaciones del pequeñísimo Bed&Breakfast que regenta están completas. Aunque tampoco es de extrañar que entre semana también se le llene. La gente visita Roma en cualquier fecha del año y esto es una bendición para la señora Iginia que, desde que murió su marido y reformó el piso donde vivían para convertirlo en pensión, no ha tenido que preocuparse por el dinero. El negocio va bien y ella está siempre acompañada. Sabe que los años no pasan en balde y que, a sus 75, más le vale mantenerse activa. Senza movimento, l'invecchiamento, suele decirles a sus huéspedes, porque ella no habla otra cosa que italiano y un poquito de francés que aprendió en la escuela. Y con eso le basta. Mañana se van los españoles que no comen tostadas y el martes llega una pareja de franceses con un niño de 4 años. Iginia apunta mentalmente comprar cereales de chocolate y colacao.

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