
Hace mucho tiempo que la abuela Toñi no hace rosquillas, pero cuando las hacía, llenaba bandejas gigantes con montañas de rosquillas ordenadas en forma de pirámide, unas con azúcar y canela y otras sin, para todos los gustos. Lo mejor era comerlas recién hechas, cuando la masa estaba blandita y caliente, aunque duraban bastantes días frescas. Como no espero que las vuelva a hacer, aquí va la receta sin alterar, de su puño y letra:
Cinco huevos, se separan las claras de las yemas y se baten las claras a punto de nieve, se le añaden las yemas. Un vaso de agua de azúcar, dos vasos de leche, dos vasos de aceite de girasol y dos sobres de levadura Royal. Se bate todo con unas varillas, cuando esté todo batido se le va añadiendo la harina poco a poco. Un kilo de harina y un poco más. Se va amasando hasta que no se pegue a las manos. Se deja un poquito reposar. Mientras, se pone una sartén con aceite de girasol que se le añade una corteza de limón. Cuando la cáscara empiece a dorarse, se empiezan a freír las rosquillas que previamente se habrán ido formando con la mano. Se van sacando a un plato con papel de cocina y se van mojando en azúcar y canela, pasándolas a una fuente.
Ideal para tardes invernales!!
La abuela Toñi aprendió a hacerlas por su madre, la anterior abuela Toñi, es decir, la bisabuela de Miguelito. Gloria a sus riquísimas rosquillas!!
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