jueves, 19 de enero de 2012

Lo peor que puedes hacer en una guerra es dejar tu casa


El Cuervo es un pequeñísimo pueblo de Teruel, pero no lo parece porque está pegado al Rincón de Ademuz, una región de la provincia de Valencia que tampoco lo parece. Al Cuervo se llega atravesando el Rincón, que recuerda a la Galia de Astérix porque es una comarca aislada entre provincias a las que no pertenece. Dejando atrás Castielfabib, un pueblo precioso con una iglesia colgada de una loma, se accede a El Cuervo por una carreterita sin arcén con montaña a un lado y precipicio al otro, de esas que cuando te cruzas un coche ves tu vida pasar en un segundo. Esta carreterita es el único acceso decente al pueblo si vienes de Valencia. Si vienes de Teruel, la cosa empeora porque la otra carretera, la que viene desde Tormón, ni siquiera está asfaltada en el último tramo. Y allí, en una plaza junto a dos olmos, vive Martina Muñoz a solas con sus recuerdos de posguerra que no tienen precio. Dispuesta siempre a contar historias de la guerra, Martina regenta una casa rural aneja a su propia casa. Con mucha ilusión, su marido la animó a convertir aquel inmueble de la familia en alojamiento rural. Ella no tenía muchas ganas, pero accedió y, ahora que falta su marido, no se siente capaz de traicionar su memoria cerrándola, a pesar de que sus 83 años le encorvan la espalda 90 grados. Tampoco tiene a quién legársela. No tuvo descendencia y sólo le queda una sobrina -cosas que pasan en los pueblos- con la que apenas se habla.

Conversar con ella es como leer una novela. Su padre fue molinero y su madre, una maestra de pueblo afiliada a la CNT. Cuando las cosas se pusieron feas, en plena Guerra Civil, decidieron emigrar a Valencia donde tenían familia. Cuenta Martina que por el camino, cerca de Utiel, una patrulla del ejército republicano les dio el alto para registrar su coche. En la maleta les encontraron un crucifijo -que su madre fuese anarquista no significa que su padre no pudiera creer en Dios- y se llevaron a su padre aparte. Martina, que era una niña, creyó entonces que lo iban a fusilar, como había visto hacer ya varias veces en su pueblo aquellos años por parte de ambos bandos; sin embargo, no sabe cómo porque era una niña, les permitieron continuar su viaje y así consiguieron llegar a Valencia. "En una guerra lo peor que puedes hacer es moverte de tu casa" dice Martina, "allí lo tienes todo: tu vida, comida, gente que te pueda ayudar... es un error marcharse". Después de la guerra volvieron al pueblo y, de aquella época en que Martina ya era una jovencita, tiene montones de historias de maquis. Porque muy cerca del pueblo está el Pinar del Ródeno, en la sierra de Albarracín, donde asegura que se refugiaban 15 ó 20. Los maquis solían bajar al pueblo a robar ganado mientras que los lugareños, bien por miedo, bien por afinidad, les dejaban hacer. Sólo hubo una denuncia de robo, la del alcalde, y fue la última. Martina Muñoz recuerda cómo los maquis bajaron al Cuervo y mataron al alcalde y a su hija adolescente en la puerta de su propia casa. Como no podía ser de otro modo, la Guardia Civil preparó una emboscada en el monte y acabó con la vida de los 15 ó 20 maquis del Ródeno. Martina no entendió hasta entonces para qué quería un pueblo de 100 habitantes un cuartel con 12 guardias civiles. Hoy en día sólo quedan los restos de aquel cuartel donde ahora hay apenas un guardia. Taciturna, Martina calla de pronto, ya ha hablado bastante. Saca de una bolsa de ganchillo las agujas y la lana y se pone a tejer. "Dice el médico que no me viene nada bien quedarme haciendo punto hasta las dos de la madrugada, pero es que no tengo sueño por las noches y total, para lo que me queda en el convento..."

Conocí a Martina Muñoz en agosto de 2007. No he vuelto a saber de ella ni sé si aún vivirá -obviamente, no está en las redes sociales-. Su testimonio es el de toda una generación que vivió la guerra y de los que ya quedan muy pocos. Lo escribo porque no soporto que abandonen este mundo quienes pueden contarlo de primera mano.

2 comentarios:

  1. Que bonito! La de historias que tienen para contar algunos... tienes toda la razón, deberían durar siempre y transmitirlo a personas como tú, para que no se olviden.

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