martes, 10 de enero de 2012

Asunción sabe latín

Siempre había sido tan de ciencias que no podía imaginarse a sí misma estudiando idiomas. Hasta que su hijo le dijo un día: "mamá, pero si tú sabes latín". Y era verdad, algo de latín sabía, pero, sobre todo, se aburría mucho. Asunción fue toda su vida profesora de Física, un auténtico hueso para cualquier alumno de bachillerato. Su marido, que era muy de letras, siempre le dijo que si había una profesora odiada en el instituto, probablemente ésa era ella. Casi siete años habían pasado desde que se jubiló, y las novelas pendientes, leer el periódico por las mañanas y pasear con su perra por el parque ya no era suficiente. Asun necesitaba algún aliciente más que alimentase su intelecto, tan habituado a resolver problemas aplicando endiabladas fórmulas que su marido no entendía. Por eso se apuntó a la escuela de idiomas con su hijo hace tres años, con quien acude a clase de portugués dos días a la semana. Comparten libro de texto y risas cuando les toca hablar -ambos pronuncian igual de mal esa fonética sibilante y cantarina-, aunque últimamente Fernando se sienta muchos días con la chica de pelo corto. Se llevan bien y Asun espera que sea soltera, porque desde que se divorció y volvió a casa, su hijo no levanta cabeza y ella está deseando que decida irse de una vez, que ya tiene 38 años. Esos días Asun se sienta con Amparo, también maestra jubilada, pero mucho más joven que ella. Ambas son las preferidas de la profesora, una chica encantadora y guapísima de padre portugués y larga melena azabache. Asun ha descubierto que, además de latín, sabe mucha gramática española, porque recuerda perfectamente los tiempos verbales y las normas de acentuación que sus jóvenes compañeros de clase han olvidado a pesar de haberlos estudiado mucho más tarde que ella. -Será que los viejos tenemos mucha memoria pasada- se dice a menudo, -o será que sé latín-.

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