sábado, 2 de junio de 2012

La alianza de Dora


Cuando era niña, la madre de mi madre vivía con nosotros en casa. Se llamaba Dora. Nosotros la llamábamos Yaya Dora. Yo, como todas las niñas, soñaba con ser princesa, por eso la alianza de boda de mi yaya me atraía muchísimo y me hipnotizaba brillando desde su dedo regordete como un preciado tesoro. Era sencilla, humilde, pero brillaba tanto... Como mi yaya siempre estaba en casa, yo le pedía la alianza una y otra vez. Quería que me la regalase porque pensaba que a ella ya no le hacía ninguna falta; pero la Yaya Dora me respondía invariablemente: "aún no, hijita, cuando me muera te la daré". Para un niño eso de la muerte no es un concepto muy claro y parece extremadamente lejano en el tiempo. Es más, a mí aquello de "cuando me muera" me sonaba igual que lo de "que viene el hombre del saco". Pura fantasía para meterme miedo. Hasta que un día mi abuela se cayó. Fue una caída de estas tontas que a veces sufren los abuelos, pero que son suficientes para partirles la cadera. Aquél día, cuando se la llevaban dolorida al hospital, me dio su alianza de boda antes de salir por la puerta. Yo pensé que si me la daba así, sin pedírsela siquiera, era porque se iba a morir, pero me parecía imposible porque aquello de la muerte seguía siendo un concepto vago y lejano; sin embargo, su intuición no le falló, pues nunca más volvió a casa. Todavía hoy llevo puesta su alianza. Jamás me la quito.

Por Pilar Arnanz

2 comentarios:

  1. Que puedo decir... ¡me ha encantado!... he vuelto a revivir ese momento que tantas veces recuerdo, cuando miro su alianza brillar, en mi dedo corazón de la mano derecha... ahora, trás leer tu post me he sentido la princesa que me hubiese gustado ser cuando era pequeña.
    Mil gracias.

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