viernes, 10 de febrero de 2012

A la fresca

Foto: EFE/Manuel Bruque en RTVE

Un niño detrás de una pelota, un perro vagabundo, nada. Diez minutos, veinte, treinta... nada. Amparo llevaba toda la mañana sentada junto a la ventana del piso nuevo de su hija, donde ahora vivía, y sólo había visto pasar tres almas, el perro una de ellas. Se aburría mucho cuando se iban a trabajar porque apenas tenían vecinos y ni siquiera la calle estaba urbanizada en aquel lugar a las afueras de la ciudad. Un mes antes Amparo aún se sentaba "a la fresca" en la puerta de su casa del Cabanyal a ver pasar a la gente del barrio, que en ocasiones se paraba unos minutos a charlar, siempre de lo mismo en los últimos años -No nos pueden echar... el Gobierno tiene que parar los derribos... bla bla bla-. Finalmente había sucedido. Una mañana llegaron las máquinas y acabaron con todo. Con su casa y la de Felisa, que hacía un año que sus hijos la habían metido en una residencia. A ella no, porque estaba muy bien de la cabeza y se manejaba sola, aunque ya no le dieran las piernas para irse andando hasta la orilla de la Malvarrosa como hacía cuando se jubiló. Después vino lo de los derribos y la incertidumbre diaria por el momento inminente de un desalojo que nunca parecía llegar del todo. Hasta que llegó. Amparo agradecía a Dios que se llevara a su marido antes de aquello, que le evitara el sufrimiento de presenciar el derrumbe de todo lo que fue su vida. Su casita con azulejos en la fachada y la virgen del Carmen, protectora de los marineros, en una ornacina sobre la puerta. Suspiró y comenzó a tejer. Para no pensar.

certamen microrrelatos ventadepisos.com

14 comentarios:

  1. El Cabanyal, los desahucios, las expropiaciones... Inmensos problemas siempre, aún peores en la última etapa de la vida. Terrible crisis que no respeta ni la merecida paz de la edad avanzada.
    Amparo es un caso más, de tantos... Vaya sobre las conciencias de quienes corresponda.
    Bella semblanza de la vejez, en su forma. Triste, tristísima en su fondo.

    ResponderEliminar
  2. Me gustaría pensar que por lo menos mis "viejitos", los de mi sangre, que me van quedando pocos ya, sean tratados con la ternura y el cariño que merecen por todos los esfuerzos realizados en sus vidas....justo esta mañana se ha ido mi mami con mi otra hermana después de un tiempo en casa, mi mami a la que ya casi no reconozco por su Alzheimer, pero a la que he aprendido a MIMAR más que nunca y con más paciencia que nunca !! El abrazo de mi hijo de 9 años cada vez que la ve y cada vez que se despiden me hace pensar que en casa lo estamos haciendo bien !! Un beso YAYA !!

    ResponderEliminar
  3. Una de tantas vidas donde su casa, vecinos, barrio... es lo mas importante si no lo único que tienen, hasta que alguien se lo arrebata. Triste el desenlace de este pintoresco barrio, lleno de historias personales seguro que no menos pintorescas?

    ResponderEliminar
  4. Me ha encantado el relato, Madame Blanche. Triste realidad la que vive el Cabanyal, esperemos que con la ayuda de relatos como el tuyo, se conozca más este pequeña tierra de pescadores.
    Besos

    ResponderEliminar
  5. Gran micro aportación, tota pedra fa paret, granito a granito se llenan las palyas.

    Gracias Madame

    ResponderEliminar
  6. Muy chulo!!! Y con contenido. La verdad es que estas cosas dan bastante pena. Abrazos

    ResponderEliminar
  7. Gracias a todos por vuestros comentarios!

    ResponderEliminar
  8. Los recuerdos, al menos, no se los llevan las retroexcavadoras... Gracias por dar voz a los que menos se escucha.

    ResponderEliminar
  9. El relato es muy tierno y me encanta la forma de plasmar el sentir de Amparo. Sin embargo creo firmemente en la evolución de las cosas, la cual implica muchas veces dejar atrás recuerdos y vidas... Es verdad que un barrio de marineros como el Cabanyal, con su sabor, debería haberse conservado aún evolucionando. Pero haberse cargado otras costumbres que se habían afincado en el barrio me parece un acierto. Lo siento por Amparo y sus vecinas, me alegro por la ciudad si realmente evoluciona en algo positivo.

    ResponderEliminar
  10. Que importa si es el Cabanyal, Lavapies o cualquier otro lugar, Madame Blanche nos muestra la tristeza del paso del tiempo,de ese vivir de recuerdos al que todos llegaremos. c'est la vie!

    ResponderEliminar
  11. Muy bonito y muy emotivo, me ha encantado, porque hablas de quienes todo el mundo se olvida, nuestros mayores, aquellos que conscientes de que están en la recta final de su vida, el día a día, lo viven, en su casa y con sus recuerdos y arrebatárselos, es acortarles lo que les queda y sumirles en una enorme tristeza y desolación, estoy segura.

    ResponderEliminar
  12. Un relato cargado de sentimientos y que demuestra la realidad de lo que ocurre hoy en esta sociedad en la que vivimos. No valoramos lo que se va haciendo 'viejo' y parece que hay que cambiarlo porque no tiene sentido mantenerlo si no es actual. Además, lo triste es que olvidamos a los mayores y eso a la larga pasará factura. Por ello, es imprescindible compartir un poco de tu tiempo con los personas mayores para disfrutar de su compañía y poder aprender que es lo que realmente merece la pena.

    ResponderEliminar
  13. Los perros, ¿Tienen alma?
    Yo diría que poseía en usufructo la de alguien. Ese alguien capaz de echar por tierra derribando tantos recuerdos a cambio de...

    ResponderEliminar