martes, 20 de noviembre de 2012
¿Vio usté a mi abuela?
¿Cuál quieres que te ponga? preguntaba él abriendo las puertas de cristal del mueble donde guardaba la cadena de música. El de los payasos, respondía yo cogiendo del estante de los discos -que quedaba a mi altura- el vinilo raído de Los Payasos de la Tele, que antaño había pertenecido a mis hermanos mayores y que entonces ya solo escuchaba yo. Bueno, y él. Mi padre sacaba el disco de la funda y lo colocaba en el tocadiscos mientras yo me ponía de puntillas para verle accionar la aguja automáticamente con un botoncito que se encendía en color naranja. El disco empezaba a girar y, por los grandes altavoces que había sobre el comodín, comenzaba a sonar la inconfundible voz de Miliki. Hola don Pepito, hola Don José, ¿pasó usted ya por casa?... por su casa yo pasé... ¿vio usté a mi abuela?.. a su abuela yo la vi... Adiós Don Pepito... ¡Adiós Don José! Dando vueltas por el salón haciendo volar mi falda cantaba sin parar esa canción. Seguramente sería un sábado o un domingo por la mañana, y seguramente mi madre estaría pasando la aspiradora al otro lado de la casa. Pero no importaba porque los altavoces de la cadena de música eran muy potentes. Era una de las buenas, con amplificador, cinta de cassete, radio, tocadiscos y mil botones y cachivaches plateados, elegantísimos, que él no me dejaba tocar. Había costado un dineral y aún estaba pagándola a plazos. Todavía, entonces, me llevaba al circo en Navidad. Y a mí, todavía, me gustaba el circo. Supongo que él pasó por aquella fase con todos sus hijos, hasta que uno a uno dejamos de acompañarle al circo porque en realidad, tampoco nos gustaba tanto. Pero los payasos de la tele eran otra cosa, y en el circo de los leones estaba Ángel Cristo, pero no estaba Miliki. Y aunque yo no he llegado a conocer la época dorada de los payasos la tele, sí que recuerdo verle en color acompañado de ese payaso mudito que muchos años después acabaría haciendo Médico de Familia.
Pero todo acabó, y más aún tras el fallecimiento de Miliki. Ya no hay payasos como la familia Aragón, eso es cosa de otra época, la analógica, de la que los niños de ahora no conservan nada excepto los recuerdos de sus padres. Y entre esos recuerdos, con suerte, se encuentra ese Hola Don Pepito que continúa siendo infalible para arrancarle a un niño una sonrisa.
viernes, 2 de noviembre de 2012
La invasión del tweed
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Señoras en el autobús |
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