jueves, 8 de marzo de 2012

A Mar le gusta el mar

La despertaron los primeros rayos de sol. Abrió la ventana y una leve brisa la despeinó. Decidió que iría a la playa, así, de repente. Vistiéndose con lo que tenía más a mano, salió de casa sin desayunar -ya tomaría un café con leche en alguna terraza del paseo- y echó a andar sin descanso hasta ver el mar. Hasta olerlo, hasta tocarlo con la punta de los dedos de los pies. Eso sería después de pisar la arena en lo que constituía la experiencia más maravillosa de año. Sus pies, pálidos como la cal tras meses escondidos de la luz del sol, se regocijaban de puro placer al entrar en contacto con el terciopelo templado de la arena. Eso era, como acariciar el fino terciopelo de la capa que un caballero medieval acabara de quitarse. Aún caliente por el roce de su piel, agradable y suave, acogedora. Una sensación sólo comparable al momento en que sus manos tomaban un puñado de aquella arena y la dejaban escurrirse entre los dedos muy despacio, grano a grano, para que el instante se hiciese eterno. El sonido del teléfono rompió la magia del momento. A Mar no le gustaba eso de los móviles, por ella no tendría ni teléfono fijo, pero su hija la necesitaba tener controlada a todas horas, era un martirio. Sin embargo, esta vez, no fue su hija. -Abuela- escuchó al otro lado de la línea -que hoy como contigo cuando salga del instituto- dijo su nieta -¿qué es ese ruido como de viento? ¿Dónde estás?- preguntó. Mar sabía que aquello era su hija hablando por boca de su nieta. -En la playa- contestó. La chiquilla hizo el intento de regañarla, pero no lo consiguió del todo -¿por qué te gusta tanto ir sola a la playa? cualquier día te pasa algo-, y Mar, sin pensárselo dos veces, le hizo a su nieta la declaración de principios más certera que era capaz. -A mi edad, lo que a una le gusta, hay que vivirlo intensamente porque nunca sabes cuándo va a ser la última vez-, y después de decirlo pensó que aquella afirmación se podía aplicar a cualquier edad, -a mi edad y a la tuya hija, a cualquier edad-. Mar no dijo nada más, colgó el teléfono, lo guardó en el bolso y se entregó al deleite de enterrarse a sí misma los pies, aplanando la arena con las manos cada vez que echaba un puñado.

3 comentarios:

  1. Esa sensación de la arena en las manos y en los pies... hace añorar la primavera que se acerca. No sé si adelantarme mañana... por si acaso.

    ResponderEliminar
  2. Mar y su playa me remiten al personalísimo estilo de una joven escritora madrileña con tintes mediterráneos,que conecta la sensualidad de sus descripciones con el sentimiento más profundo. Para quien no lo conozca recomiendo leer "Viure sense tu", del alter ego de Madame Blanche. Junto a este, son dos relatos que marcan la dicotomía entre vejez-juventud, vida-muerte, por este orden, y acaban cerrando la infinitud del círculo.

    ResponderEliminar
  3. Guau! gracias! no sé yo quién es el alter ego de quién... El relato "Viure Sense Tu" está publicado en el volumen "Las Mujeres Cuentan. VII Concurs Literari de Narrativa per a Dones", editado por la Generalitat Valenciana en 2007.

    ResponderEliminar